Tanto interior como exteriormente, la idea perseguía potenciar la esencia de la marca y dotar a sus puntos de venta de una personalidad que en la actualidad carecen. Un espíritu rebelde, pero a la vez enraizado en su Sevilla natal, con un potencial que permitió poder arriesgar en la propuesta, dando prioridad a la experiencia de compra y el factor sorpresa como hilo conductor.

Un elaborado sistema de exposición y almacenaje permitió liberar espacios donde las tiendas podrían ofrecer muestras de su rebeldía, espíritu e innovación. Experiencias en definitiva que marcarían al cliente y le trasladarían al mundo Scalpers.

La fachada fue también objeto de estudio. Las raíces sevillanas y los enrejados característicos de su arquitectura condujeron a un sistema de lamas que, según el tipo de punto de venta donde se ubicaran, podrían consituir un enrejado inspirado en el de la catedral hispalense o bien podrían ganar en profundidad y ser soportes del logotipo actual de la marca para que, con el movimiento del peatón, éstas fueran desapareciendo y dejando entrever el escaparate, con un efecto atractivo y sorprendente.