Un pequeño local en un barrio residencial del norte de Madrid con un presupuesto ajustado, pero con ganas de sacarle todo el partido. El papel del farmacéutico, convertido ya en un asesor personal de salud y cosmética junto con la voluntad de transmitir sencillez y limpieza en la intervención, nos llevó a plantear una organización espacial neutra, sencilla y limpia: la eliminación del gran mostrador como barrera y su reducción a puntos de cobro y embolsado.

El armario de medicamentos por sus grandes dimensiones y funcionalidad organiza el espacio a modo de rótula permitiendo la privacidad con el público y la accesibilidad y control por parte del farmacéutico durante el proceso de compra. Una estudiada organización y jerarquización del producto expuesto junto con los diferentes niveles y sistemas de iluminación que junto con el elemento de fachada con la máxima transparencia posible configuran un punto de reclamo exterior, potente y sin complejos.